CUANDO EMPEÑÉ MI PIEDRA EN LA LUNA...


 

                   Plena de luz en el sagrado lugar de su universal transitar, en calma serena navega la calle Mesones, bajo los risueños ojos de estrellas y constelaciones. Al mando de la nave, la luna llena  de blancas velas, entre excelsos humores de encendida alhucema,  con plateado timón, cascabelea. Por la embaldosada acera de la casa del teléfono, con su distintivo indicador y la antigua cochera, bajo los vidriados guiños de las  marquesinas de  coloridas tejas, el homérico primo Juan Bravo y su novia, pasean. La luz de la láctea noche  perfecta, al pie de la sierra, entre el mar y alto cielo, de piratas y bandoleros guardada y ajena, escamada de magia, sobre la calle del Alhaurinejo, brillando serpea. La luz, la alhucema y el niño carabina que cuando no corre o asalta a la enamorada pareja, al cielo, queriendo alcanzar la luna, pedrea… La casa de la abuela Paca (mi abuela tercera), la piedra por cima de la de los parientes Benítez, voltea y en el cielo se pierde… Ni en tejados ni calle ni en el huerto de Coscorrón sonó la piedra… Está la luna tan grande esta noche y la calle y el pueblo en mitad del cielo de esferas… El novio y la novia, el brillo de las marquesinas de vidriadas tejas… el largo escalón, de resbalones hendidos, por tanta historia de  coches que dejó pasar la vieja cochera y el embriagante  perfume de la brasera alhucema… En la luna, con los ojos muy  abiertos, aquella noche, empeñé mi piedra.   




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