PECECITO DE LA ROCA
           
Blandas te mecen
Con su verde ondear
El viento del tiempo 
 Y las olitas del mar.

Las enaguas en que  bulliste
Salmonetito  de coral,
Sobre el limo hoy te arrullan
Nanas de eternidad.


                                                                                
Al rebalaje de octubre 2019       

SAN EDUARDO



AYER, EN SAN EDUARDO, HONRANDO A LOS NUESTROS


Al pie del olivo, del que junto a otros vecinos, que un día fueran parte del olivar y cortijo de los Bustos (que el pueblo por bendita peculiaridad fonética llamaba de los Justos), y de los que otro día, desbasté las varillas oraculares que alumbran mis tramos oscuros, hoy, reposan sus restos. Nacido en la Alameda de Málaga en el último cuarto del XIX y casado en Marín García de donde vinieron ya en familia en los convulsos  comienzos de los 30 del pasado siglo, aquí crió a sus hijos, amó a su esposa y cuidó su Hacienda (de San Francisco). Fue, en el decir circunstante –yo llegaría años más tarde al relevo, y un poco más todavía el que portaría el testigo de su nombre, y al que hoy también en memoria celebramos los arriba concertados- un buen creyente, hombre bueno y jovial, al que tocó esta suerte familiar y en cuyas tierras, fue su libre voluntad, quiso dejar sus restos descansar. Descansa en paz, abuelo Eduardo.


FOTO DESIREÉ LÓPEZ MARTÍN
(De derecha a izquierda: José Eduardo Cantero Morales, José Antonio Cantero de Bustos, Inmaculada Morales Manchado y Diana Cantero Morales.)