Tríptico de la ilusión, del pesar y del a-Dios
Nana
del retornar
Blandas te mecen / Con su verde ondear /El viento del tiempo /
Y las olitas del mar.
Las enaguas en
que bulliste, / Pececito de coral, / Sobre
el limo hoy te arrullan
/ Nanas de eternidad.
/ A la nana nanita, / Nanita ea; / A la nana
nanita, / Volando va: / Por la orillita del cielo
/ Con las conchitas del mar.
Volantes de sol y luna, / Cual
mondas del limonar, / Recalan nuestro pasar / Por la orillita del mar / Resbalando
el pedregal.
A la nana nanita, / Nanita ea; / Enluciendo
estrellitas / Con puñaitos de sal.
"Oh mujer, en quien tengo mi esperanza,
y soportaste por mi salvación
que en el infierno dejaras tus huellas..."
-Divina Comedia, Par., XXI, 79-81-
Del Te
al Tao
¿Me ungirá la oliva y me alzará
la palma? ¿Me acompañarán los gatos por el frío y vasto solar de la madrugada lunar? ¿Destilarán,
leales, los perros mis humores, en el
alambique de sus corazones? ¡Ay,
prístino polvo, que sin pudor levanté con los talones! ¡Ay, verde hierba,
pisada, que tamizas el Edén! ¡Devorados hijos de la mar, aves del cielo… y
criaturas todas de la abnegada Gea! ¿Podrás inocente y maltratado Abel, mirando
a los ojos de este rojo Caín, restituirme
de la humillada vuelta, a la
Adámica Unidad del primordial jardín?
-Par., XXXI, 91-93-
Texto extraído de la Selección de Escritos Taoísticos Posteriores a Laotsé
(Versión
Ricardo Wilhelm)
El
maestro Lai dijo: “Cuando los padres ordenan al hijo que vaya del oriente al
occidente, o del norte al sur, el hijo obedece simplemente a su mandato. La
naturaleza es para el hombre más que el padre y la madre; si quiere acelerar mi
muerte y yo no quisiera obedecer, sería rebelde. ¿Qué se le puede reprochar? El
Gran Todo me llevó a través de la corporeidad, me deshizo por la edad, me
proporciona tranquilidad por la muerte. Así la fuerza que se ha portado bien
con mi vida, se portará también bien con mi muerte. Cuando el gran fundidor
funde su metal, si este metal quisiera saltar y decir “quiero que hagas de mí
un sable de Mo Ya”, entonces el gran fundidor seguramente consideraría
inservible al metal. Si yo, después de haber recibido una vez figura humana
dijese: “hombre de nuevo, quiero ser hombre de nuevo”, entonces el Creador
seguramente me consideraría inservible para hombre. Ahora bien, la naturaleza
es el gran horno de fusión y el Creador es el gran fundidor; a donde me envíe,
estaré conforme. Está consumado, me duermo y volveré a despertar
tranquilamente.”
(Libro VI, 3.)
José Antonio Cantero de Bustos
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