RECUERDOS DE ALHAURÍN DE LA TORRE
Entre primavera y verano del 57.
                Cruzaba
subiendo en diagonal por medio del olivar, tangente ya con el limonar y
puntualmente al leve palio  de un
almendro; arriba el sol de la media mañana, atrás el camino que  bordea la carretera del pueblo hasta el
puente del ventorrillo sobre la fuente de Zambrana y el enfile diagonal del ya
dicho olivar de los Bustos (el cortijo de la abuela María), que hasta este
punto me trae. Es vasta la soledad de esta subida mañana bajo el sol y el
pliegue de olivar serrano en que me hallo. Estoy en un alto y breve descanso
entre acto en que me encuentro: paro, enjugo  el perlado sudor que me cubre la frente y,  sobreponiéndome a la sombra inconsciente que
mina mi ánimo exangüe, miro sintiendo formar, solo, parte del medio. Sobre las
once del azul, alto en el poder solar, el bellísimo destello gris y el argentino
 trueno de un águila joven sellan el momento.
 
                Nuestro
Padre Jesús Nazareno, el viernes santo del pasado abril al paso de calle
Mesones, por la puerta de mi casa, parando y volviendo su rostro sobre el balcón
de mis padres, había dado su bendición a mi padre.  
SESGOS  DEL JARDÍN ADJUNTO
                El
insondable jardín del cenador cubierto de yedra en torno al almecino, los
bancos de piedra y el hueco de sombra que resguardaba la marmórea lápida romana,
la recoleta alberquita ocre del pilar y la derribada bola, del fresquísimo
redondo de lirios moraos y la tuya del primer sueño de amor cercada de lirios
blancos... El jardín del estucado banco lindero con el nombre del tío Antonio,
del brillante verde esplendor del frondoso 
madroño y sus maduros frutos tintados de oro y sublimada sangre... el
jardín de mi primer tiro que no fallido sino (afortunadamente)frustrado por la
húmeda pólvora negra  entre el chilindro
emboscado...  La sugestión misteriosa de
la preciosa amanita, entre la broza debajo del seto de boj entre las
palmeras... Del día que llegó Chispa chispeando su alegre encanto negri-blanco
de Collie  entre los setos y el refugio del
madroño y el palo santo... Los arcos, gruesos surcos, altos puentes y suave
tacto, fresco, de la omnipresente yedra, las dispersas manchas de  azucenitas de limón o delicado perfume de las
fresias...