DIBUJILLOS DE LA MEMORIA





El apeadero del puente del gato -Alhaurín de la Torre-
(fotograma a vista de pájaro en blanco y negro de los años 50).

                Sobre la punta de la Huerta Alta, ya enfilando la recta a cuya derecha se agazapa el pueblo;   ladero a la cuneta y al socaire del bruñido mazo de eucaliptos con que esta tira ángulo desde el puente del gato, cubre penúltima estación,  el Packard; perla negra  de metálico fulgor, plena en sus propias luces bajo la lluvia.
                El  grupo de personas que ultima viaje,  el chófer y dos ayudantes que echan una mano a los que  se apean, cerca  el foco de atención en torno al coche. Un negro revoleteo de paraguas abriéndose  en especulares aspaviento que al son del aguacero corean, abrigos, gabardinas y bultos grises, impregnan el primer plano de la retina   a la luz de las luciérnagas linternas. Ante mi discurren espectralmente  agigantadas  en inocente aquelarre las muecas en blanquinegro de la otoñal improvisación. Cae, cae copiosa la lluvia que precipitó la tarde-noche sobre la cuneta del apeadero, cerrando a plomo el fondo del cuadro con la torre del pueblo y el molino de  harina que arrebuja la falda de sierra antes de orillar la carretera. Una caudalosa acequia al pie de la parada extiende el ubérrimo antepecho  alcachofero de la huerta  con saludable robustez hasta el solapado rumor de  la atarjea bajo la lluvia.

                Brillantinas de agua  cual quásares de tiza  resbalan deslumbrantes sobre el encerado de la escena. El acharolado Packard corsario alarga su tipo bajo la lluvia de la carretera y manta al juego fugaz de las luces que conjuga.    

                                                                                         27 octubre 2014